De 1559 es la propuesta más
antigua para desviar el río Guadalmedina y acabar con los desbordamientos
cíclicos
En cuatro
siglos y medio han sido muchos los proyectos para solucionar el problema. Hasta
la fecha, agua de borrajas
Si las cosas de palacio van despacio, las hidrológicas se toman especialmente su tiempo. Felipe II apenas llevaba tres años en el trono y Cervantes era un mozuelo: hablamos del año 1559 y ya por entonces el Cabildo de Málaga se planteó desviar el río Guadalmedina detrás de los conventos de la Trinidad y El Perchel, «por cima de los Percheles», por la cantidad de barro que soltaba y que obstruía el primitivo muelle de Málaga, en construcción. La ciudad hacía tres años que había estrenado la fuente de Génova en la plaza mayor y ya se preocupaba por el río, que en su tramo urbano no estaría encauzado con paredones hasta finales del XVIII, gracias a José y Miguel de Gálvez –los paredones aumentarán de altura en 1917, una década después de la famosa riá–.
450 años han pasado desde ese plan del Cabildo y la ciudad continúa
planteándose desviar el río, una necesidad que ya era acuciante en el siglo
XVI, después de que la tala salvaje de sus laderas a partir de la conquista de
los Reyes Católicos (1487) para plantar viñas, pero también para construir
cajas, toneles y hacer carbón con la madera, convirtiera el Guadalmedina en un
río impredecible, capaz de inundar la ciudad en pocas horas pero también sus
huertas cercanas y causar terribles estragos.
Alfonso Vázquez LA OPINION DE MÁLAGA
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