Muchos malagueños lamentarán, sin duda, que nuestro
paseo más señero haya sido convertido por
el ayuntamiento en una horrenda estación de autobuses urbanos.
No es lógico que el que fuera concebido como salón
esencial de la sociedad malagueña lo hayan convertido en esa insensata
estación. Todos los autobuses que pasan por la Alameda, la mayoría, tienen
“cabeceras” en el paseo. Parece disparatado que líneas que van de punta a punta
de la ciudad tengan su “cabecera” a mitad del recorrido; además de absurdo, es
estúpido. ¿A quién se le habrá ocurrido? Pero el sinsentido no es no todo lo
malo: resulta que en esas cabeceras, los autobuses se detienen con el MOTOR EN
MARCHA hasta doce minutos. Son dignos de verse los gestos y maldiciones de los
afectados. Los floristas trinan por la contaminación espantosa resultante, que
mustia sus flores, pero, además, alguien
en el ayuntamiento debería calcular si no supone un dispendio exagerado de
gasoil estar 12 MINUTOS CON EL MOTOR EN MARCHA, como hace, por ejemplo el
autobús C2.
Pululan cortes de los milagros como en las
estaciones más cutres, tullidos, buhoneros, carteristas y pordioseros. Y un
submundo inconfesable e incompatible con lo más representativo de una gran
ciudad que se quiere culta.
Además de la vergüenza estética, lo más grave es que
esa concentración abrumadora de cabeceras de líneas urbanas es peligrosa para
nuestra salud. Resulta incomprensible,
sobre todo porque existen buenas alternativas lógicas para dispersar las líneas
y sus cabeceras, como el eje Aurora-Vendeja. Lo malo es que el propio
ayuntamiento tiene un concepto muy aldeano de centro (limitándolo a dos o tres
calles) y hasta hablan de “ampliar el centro” hacia el Relleno (que tratan de
que llamemos con el nombre de un barrio de Londres), cuando el Relleno es,
precisamente, la primera ampliación del centro en su centro más CENTRAL y
antiguo (isla de Arriarán).
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