¿ESTAMOS SUPERANDO 128 AÑOS DE MALBAJÍO MALAGUEÑO?
Durante varias añoradas décadas del siglo XIX,
Málaga fue una potencia industrial y encabezaba el desarrollo de España junto a
(y a la par) Barcelona. Bilbao llegó después.
Pero tan fulgurante fue aquella prosperidad
malagueña como efímera. Tuvimos los primeros altos hornos de España, pero no poseíamos
mineral de hierro ni de carbón; de manera que el Rif marroquí experimentó
cierta prosperidad paralela a la de Málaga por su hierro, y el carbón se
consiguió exterminando las grandes masas de bosques de pino chapa que bordeaban nuestras costas.
Resultaba previsible que aquella bonanza industrial, tan poco basada en nuestros
recursos, durase poco tiempo. Y la emergente industria textil barcelonesa se
lanzó a sabotear la importante industria malagueña de holandas, que decayó
dramáticamente; lo mismo hicieron los barceloneses con Intelhorce sesenta años
más tarde. Simultáneamente con la decadencia acerera y textil, nos llegó la
plaga bíblica de la filoxera, que agostó todo el oriente de los Montes y la
Ajarquía en pleno, acabando con la producción masiva de un vino que ya figuraba
en los palacios y la literatura rusa desde más de un siglo antes, y que originó
en gran medida las famosas vendejas de la bahía, (colas de barcos a la espera
de cargar el vino
Desde las postrimerías del XIX, Málaga cayó en la
depresión. Y todo lo que vino después parecía habernos sumergido en el malbajío
más insuperable. Las rías de 1907, los dramas asociados la guerra con
Marruecos, las quemas de 1931 y 1936, en 1937 el éxodo más dramático que había
registrado Europa hasta entonces, la posguerra tan destructora porque se nos consideraba una
“ciudad enemiga”, y, para colmo, la indignidad de la sumisión como explotación
colonial de Sevilla.
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