La fiesta espuria del 8 de septiembre se vio de nuevo el gravísimo perjuicio que sufrimos por tener que obedecer al gobierno sevillano, probablemente prevaricador contra Málaga. Con la vieja ciudad intramuros repleta de forasteros buscando qué hacer, los comercios estaban cerrados. Porque los sevillanos se niegan a reconocer la clase de ciudad que somos y por envidia puñetera, tratan de seguir haciendo lo de siempre: obstaculizarnos y perjudicarnos todo lo posible, tal como hicieron al quitarnos Torremolinos.
Quien
tenga memoria, se dará cuenta del grado ínfimo que ha alcanzado la sanidad en
Málaga, mandada por esa junta chapucera. Nunca han sido más miserables en las
recetas, ni más lentos en las listas de espera ni más ineficaces en todos los
programas. Aparte de que los malagueños somos los peor dotados en camas hospitalarias
de todas las provincias mangoneadas por la junta ineficaz.
Si
no nos ponemos en marcha para echarlos, las cosas empeorarán día a día, sea cual sea el partido en el poder.
Málaga se mueve
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