Hace años, el Times de Londres decidió que en sus necrológicas pintaría al muerto como lo que realmente había sido en vida: si era un santo, como un santo; si un canalla, como un canalla.
Aquí, las necrológicas tienen facultades asombrosamente mágicas. Nosotros presentaríamos a Atila como el gran secularizador del mundo y a Judas, como el ejecutor de las profecías. Entre nosotros, las necrológicas convierten a los mezquinos en altruistas, a los bellacos en venerables señores y a los casanovas licenciosos en beatos caballeros. .
Cuando los señores feudales morían, sus panegíricos no los pronunciaban aquellos a quienes había decapitado y exiliados, sino los mediocres lisonjeros a quienes había encumbrado. Cuando los tiranos morían, no construían sus túmulos con los cadáveres de sus genocidios, sino con piedras alzadas sobre el hambre de su pueblo.
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